martes, 7 de abril de 2020

Francisco Arjona Herrera “ Curro Cúchares “




Luis Muñoz Palomo



REFRÁN TAURINO.

A torear no se aprende con barba, se aprende con baba.



LA ANÉCDOTA DE LA VIDA Y EL ARTE DE CÚCHARES.

Francisco Arjona Herrera “ Curro Cúchares “ fallecido en La Habana víctima del Bomito Negro en 1868.
El maestro Cúchares no podía morir por las astas de un toro, ya que en veintiocho años como matador de toros no sufrió percance alguno de importancia. Era tal la seguridad que tenía Francisco Arjona que cuando se oponía a que su hija Salud se hiciera novia de Antonio Sánchez “ El Tato “ le solía decir:
Mira Salud hija mía, no te cases con ningún torero, pues es un oficio de mucho peligro.
Y cuando Salucilla muy guapa por cierto, le replicaba que su madre se había casado con él, respondía:
Pero “ toos “ no son como yo, hija mía. Cuando yo voy a torear le digo a tu madre que “ Güervo “ y nunca he faltado a mi palabra. Y siempre volvía.
Discutiéndose en cierta ocasión en presencia de Cúchares cual era el mejor torero, si Francisco Montes “ Paquiro “ o José Redondo “ Chiclanero “ tomó la palabra Cúchares para decir:
A mi que me den un sastre que esté cosiendo veintiocho años con la misma aguja y no se pinche.
De lo que venía a resultar que el mejor torero era él.
Francisco Arjona Cúchares ingresó en la Escuela de Tauromaquia fundada por Fernando VII como alumno pensionado cuando tenía doce años.
Esto demuestra que lo que se dice que la primera escuela taurina en España fue la de Marcial Lalanda de Madrid, no es así, esta se creó en los años 70.

LOS BURLADEROS EN EL RUEDO.

Convaleciente el espada Manuel Dominguez de una cogida, fue a torear a Málaga no en muy buenas condiciones, y cierto amigo oficioso visitó al Gobernador para solicitar que autorizara la colocación de burladeros en el ruedo de la plaza de toros, pues solamente en casos excepcionales se colocaban esas defensas.
El que pueda torear que toree, y el que no, que se quede en su casa, fue la contestación del Gobernador. Inmediatamente hizo comparecer a Dominguez, a quien hubo de manifestarle de buenas a primeras:
Le he llamado para hacerle saber que no autorizo la colocación de burladeros en el ruedo. A lo que contestó Dominguez:
Pues ha de saber Usia, que yo no he pedido poner burladeros en el ruedo y que por mi, puede levantar la barrera hasta los palcos, porque yo no pienso saltarla.




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